Hija del director Francis Ford Coppola, Sofía empezó su vida ligada al mundo del cine desde muy pequeña, apareciendo en las películas de su padre: El Padrino, El Padrino II (1974), Rebeldes (1983), La ley de la calle (1983), Cotton Club (1984) o Peggy Sue se casó (1986). Logrando que otros directores la tomen en cuentan para próximas películas.
Se estrenó como guionista en 1989 escribiendo un fragmento de Historias de Nueva York y como diseñadora de vestuario en El espíritu del 76 (1990), una comedia retro escrita por su hermano Roman.
Su debut llegó en 1998 con el corto Lick the star, que le daría la oportunidad de conocer el lenguaje cinematográfico y experimentar hasta encontrar su propio estilo, que quedó patente en su primer excepcional largometraje, Las vírgenes suicidas (2000). La historia agridulce sobre la vida de unas bellas hermanas puso de manifiesto su capacidad para sumergirse en las profundidades de la psique humana y crear unas atmósferas sutiles y desgarradoras.
Su segunda película, Lost in translation (2003), protagonizada por Bill Murray y una jovencísima Scarlett Johanssonn, le reportaron un Globo de Oro a la Mejor película de comedia y al Mejor guión.
La Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas no quisieron dejar de resaltar su trabajo ese año distinguiéndola con un Oscar al Mejor guión original y nominándola en la categoría de Mejor directora, siendo así la tercera mujer en la historia de los premios que aspiraba a semejante distinción.
Se estrenó como guionista en 1989 escribiendo un fragmento de Historias de Nueva York y como diseñadora de vestuario en El espíritu del 76 (1990), una comedia retro escrita por su hermano Roman.
Su debut llegó en 1998 con el corto Lick the star, que le daría la oportunidad de conocer el lenguaje cinematográfico y experimentar hasta encontrar su propio estilo, que quedó patente en su primer excepcional largometraje, Las vírgenes suicidas (2000). La historia agridulce sobre la vida de unas bellas hermanas puso de manifiesto su capacidad para sumergirse en las profundidades de la psique humana y crear unas atmósferas sutiles y desgarradoras.
Su segunda película, Lost in translation (2003), protagonizada por Bill Murray y una jovencísima Scarlett Johanssonn, le reportaron un Globo de Oro a la Mejor película de comedia y al Mejor guión.
La Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas no quisieron dejar de resaltar su trabajo ese año distinguiéndola con un Oscar al Mejor guión original y nominándola en la categoría de Mejor directora, siendo así la tercera mujer en la historia de los premios que aspiraba a semejante distinción.
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